Madeleine, de 92 años, decide fijar la fecha y las condiciones de su desaparición. Anunciándolo a sus hijos y nietos, pretende prepararlos de la forma más dulce posible para su futura ausencia. Sin embargo, para ellos, resulta ser un golpe muy duro. Su hija Diane, respetando su decisión, compartirá con ella esos últimos momentos con humor y complicidad.