Tras la caída de la República de Weimar (1919-1939), Hitler estaba convencido de que Alemania necesitaba encontrar un culpable al que atribuir su pavorosa crisis económica: los judíos fueron el chivo expiatorio. Así fue como los alemanes, víctimas de un miedo irracional, se echaron en brazos de un solo hombre. En 1933, Adolf Hitler subió al poder tras ganar las elecciones de manera abrumadora.